sábado, febrero 09, 2008

No hay eternos


-La muerte sólo dura un par de días-
Era la última frase que Rodrigo le había escuchado susurrar a su abuela enclenque, antes de que se decidiera a morir. Era una frase un poco absurda, pero se entendía desde la perspectiva de la demencia senil. Rodrigo contuvo la risa al recordar la frase; no le parecía prudente explotar a carcajadas en el instante mismo donde el féretro descendía a su morada final. Siguió con la mirada el proceso, le parecía una escena siniestra y un poco recargada de dramatismo. El ataúd bajando lentamente a los confines de la tierra, el cura ronco susurrando en latín, la multitud enlutada derramando lágrimas falsas y la lluvia, que no podía faltar. Todo esto era digno de una película predecible. En fin, tampoco le quitaba demasiado tiempo todo este asunto.

Rodrigo regresó a su casa a ver el último partido de fútbol de la temporada, y como se habrán podido dar cuenta, no era muy apegado a la abuelita. Ahora ya era demasiado tarde como para serlo. Ceno solo, no vivía con nadie; era de esos solteros cuarentones que estaban destinados a ser tildados como homosexuales reprimidos, en realidad, no era ninguna de las dos cosas, pero le hubiese gustado. Al menos así tendría una explicación para mi soltería involuntaria - se decía cada vez que pensaba sobre el tema.

Esa noche, Rodrigo se reunió con algunos viejos amigotes en un bar polvoriento a pocas cuadras de su casa; siempre recurrían a lo mismo: cerveza y cigarros. Se enfrascaron durante muchas horas en conversaciones para nada originales (entenderán a que me refiero tomando en cuenta el contexto: mujeres y fútbol). Lo único que variaba dentro de lo monótono que resultaba la plática, era el tinte obsceno y vulgar que se le iba dando a medida de que las jarras de cervezas se iban terminando. No hay nada peor que los amigotes cuarentones borrachos y sexualmente frustrados - es una mezcla fatal-. Finalmente el bar cerró y Rodrigo tuvo que volver a su casa. Al llegar al auto le surgieron serios problemas al tratar de resolver cual de los dos era el suyo, o mejor dicho, cual de las dos visiones era la correcta. Tanteando un poco, logró dar con la puerta, abrirla y caer sobre el asiento del conductor. Prendió el motor del Chevrolet y reviso mentalmente el camino a casa; arrancó sin ningún problema. El camino era corto, sólo tres cuadras hacia el norte y estaría cómodamente en su casa, bebería un poco de agua y se acostaría en su cama suplicando que el dolor de cabeza de mañana no fuera tan terrible. Rodrigo soltó una risita al pensar sobre eso. Risita fatal. Cruzó la luz roja sin percatarse del acto cometido y no logró ver al auto que destruiría la parte delantera del suyo, y junto a esto, lo terminaría por dejar inconsciente.

Despertó, de todos modos, un par de das despúes. Le dolía todo el cuerpo, no podía moverse a causa del espacio reducido en dónde se encontraba. Empezó a abrir los ojos de a poco para ver con claridad el panorama, pero todo estaba sumido en la oscuridad.
- ¿Me habré quedado ciego?- se preguntó. Pero veía el negro, los ciegos no ven colores, por lo que descartó esa posibilidad. Comenzó a tantear el lugar.

¡Madera!.......

El contorno del sarcófago se hizo evidente. Pensó lo peor - ¡me enterraron vivo!- pero cuan equivocado estaba al creer algo tan lúgubre como eso. La desesperación de Rodrigo llegaba a niveles desorbitantes; transpiraba de forma demencial, la angustia lo asfixiaba. Comenzó a tratar de romper la caja mortuoria para tratar de salir, necesitaba aire, y quedándose allí se ahogaría y moriría. ¡Tan ingenuo! ¡Nadie muere dos veces!. No fue hasta que sus oídos se llenaron de golpes que entendió todo el asunto. El ruido de puñetazos y alaridos crecía a medida que prestaba mayor atención a su alrededor. Él no era el único en esa engorrosa situación, no era el único que yacía bajo tierra de forma consiente. Eran muchos, muchísimos más.
Ay Rodrigo, debías haber creído lo que decía tu abuelita - la muerte sólo dura un par de días-.

jueves, febrero 07, 2008

¿Te acordaís?



¿Te acordaís
de haber vendido
en la Alhambra
papel más dorado,
que el pergamino otorgado
como regalo sagrado?

¿Te acordaís
de haber resuelto
el misterio tenebroso
de los reyes galos?

¿Te acordaís
princesa dormida,
de haber desepertado
con la memoria truncada?

¿Te acordaís
¡oh dulce princesa!,
de haber sosegado
a todo el mar Mediterráneo?

¿Te acordaís
de que mi ímpetu
hace estragos en la memoria?

¿Te acordaís
de que la locura
cuando no es un don,
es una enfermedad?

¿Te acordaís
querida mía?

¿Os acordaís de mí?

viernes, febrero 01, 2008

Llamada


El télefono de la casa sonó incansablemente. Yo no podía contestarlo porque, en ese momento, hacía una llamada desde mi celular. ¡Ring! ¡Ring! - odio el ruido de los teléfonos -. Yo no contesté y mi llamada tampoco fue contestada. ¡Es tan díficil, en algunos casos, hablar con uno mismo!