
Siempre fuimos malos para las despedidas ¿recuerdas?
Cada vez que salíamos evitábamos el beso de adiós, el abrazo e incluso esa mirada medio perdida ¡No queríamos separarnos! El placer que nos causaban nuestras conversaciones era tal, que podíamos haber estado días enteros sin aburrirnos mutuamente, ambos sabiendo lo díficil que era encontrar una persona que nos nos lateara. ¡Parecíamos eternos!, por eso no nos gustaban esos términos, porque siempre nos quedaban cosas de que conversar.
La última vez que nos vimos, nos separamos rápido, no nos dijimos nada; sólo un último vistazo a través de la ventanda de la micro. Ninguno sospechaba, que jamás volveríamos a conversar.
Un mes despúes decidiste desaparecer, volverte inexistente para mí, y fue entonces cuando dejamos de hablarnos. Tú evitabas responder mis saludos y yo evitaba importunar tu descición; siempre intuimos que algo así pasaria. Recuerdo un día que me dijiste que nuestra historia era parte de otro tiempo, de otra vida. Yo concordé. La curiosidad de mirar un poco como sería aquel relato nos engaño por completo, y terminó por alejarnos.
Nos matamos mutuamente dentro de nuestras mentes. Es gracioso, porque nos cruzamos casi todos los días en aquel viejo edificio, pero ahora nisiquiera intercambiamos miradas. Entonces recordé que una vez dijiste: "Me gustaría tenerte dando vueltas por ahí, no importa que nuestros ojos cambien", ahora me pregunto si seguirás pensando lo mismo.
Ahora siento que eres otro en el cuerpo de un fantasma. Hay días en que paso al lado tuyo y me volteo maliciosamente para toparme con tus ojos; pero siempre desapareces en ese instante.
Un fantasma - repito - sólo un fantasma.