viernes, octubre 26, 2007

Sinceramente


Me gusta que sostengas tu mirada,
y que hagas escapar a la mía.

Se esconde
en su misterio
en su verso
en su timidez

No te voy a revelar nada,
no insistas en eso,
tendrás que sacarlo a golpes
y soy literal.

Voy a contener tu neurosis
pero no escaparás de la mía

¡Piensalo dos veces!
Y no te atrapes
en laberinto ajeno

Aunque si quieres visitarlo
lo recorro contigo
¡quiero que nos perdamos
para encontrarnos nuevamente!

sábado, octubre 20, 2007

Cuidado con las aficiones ajenas



La irracionalidad
de la búsqueda.....
de complentar fragmentos incognosibles,
con seres fantásticos de igual índole.

Es tu verdad contra la mía,
es tu golpe contra mi mano,
es tu mirada contra la mía.

Y yo que confío en mí,
siento que te dejaré ganar....

¿Y si te convierto en musa?
¿Estaríamos a mano?
Sería indoloro, eso te lo prometo

No te atrevas a acercarte tanto....
Si tú rompes mi psiquis,
yo destruyo la tuya.

viernes, octubre 19, 2007

Cumpleaños blog


El blog cumplió un año! yupi!

Hay que celebrar con tortas y pasteles de distintos sabores, uno nunca sabe el gusto de una paginilla como ésta. Pero lo importante es sentarse a la mesa a comer cosas dulces

Gracias a todos los que se sientan a tomar el té, y los que no, también.




sábado, octubre 13, 2007

Acto 1


Regálame un sueño
y te daré mi realidad.
Te llenaré la boca de risa
y los ojos de brillo.

No me temas,
soy sólo yo
que vengo de noche
para adornar tus sueños.

Te robaré tus pesadillas
y las dormiré yo,
quiero verte despertar
sin pesadumbres,
sin miedos,
sin heridas.

Intentaré coser tu corazón
y quitarte esas fisuras,
no quise hacerlas,
a veces no controlo
mis garras.

Y un día,
no importa cúando,
te darás cuenta
que el verbo amar
tiene muchos matices

Acompañame a encontrar otro final.

viernes, octubre 05, 2007

Te quiero


Alejandra no había podido conciliar el sueño esa noche, se encontraba perdida y vagabunda entre sus propios pensamientos. Ni siquiera se atrevía a abrir los ojos, el éxtasis interno la mantenía acalambrada hacia dentro de su propia existencia; gemía en silencio, olvidada. Yacía dentro de su cama, tapada con muchas frazadas que se presionaban contra su frágil cuerpo en tono invasivo, y ella, recogida como un huevo, soltaba una lágrima, una última gota. Se había prometido no llorar nunca por amor, por encontrarlo terriblemente siútico y estúpido, no quería permitirle a nadie tener el gusto de sacar al exterior su fuero interno, pero nunca lo pudo lograr. Sollozaba.


¿Qué te pasa? – le había preguntado María al verla en esa actitud catatónica. Vestida con esos suéteres de hippie de neoliberalismo, la miraba con una preocupación un tanto exagerada. “¿A mi? Nada.” – dijo Alejandra tratando de evadirla, era su mejor amiga, pero siempre la evitaba, como si fuera una plaga, o tuviera alguna enfermedad contagiosa. Le temblaban las manos al verla demasiado cerca, y en ningún caso podía mirarla a los ojos, se turbaba y caía perdida. Se recogía en sus propias sábanas, tratando de escabullirse de todos sus recuerdos, como si quisiera borrarlos de forma rápida y precisa.


“Oye, ¿que te pasa?”- insistió. Atropelladora y ofuscada, María entrecerraba los ojos para mirar a Alejandra y descubrir que cresta tenía. Callaba esperando una respuesta que no venía, que ni existía, que no se concebía en lenguaje verbal. Se mantenía de forma icónica en la cabeza de Alejandra, enferma y silenciosa. Se abstraía y viajaba dentro de las propias páginas de su diario, porque era éste su único, y digo realmente único, confesor de las acciones y pensamientos que se iban emitiendo. María lo sabía, y no le importaba, en realidad no era copuchenta, no le importaba saber cosas que no querían contarle, ni dar especulaciones o inventar cosas. Ella no esperaba nada de nadie, y era así la única forma de que nadie la decepcionaba, en cambio, siempre se llevaba gratas sorpresas. “Te dije que nada” – dijo, y le dio la espalda. La lágrima había salido, aquella que la volvía culpable de todo lo que la propia Alejandra no estaba dispuesta a aceptar. Su excusa, su culpa, su falta. Todo en esa lágrima maldita que se le había escapado por un descuido, por tratar de sobornar a su propia conciencia, dándose cuenta de que es una paradoja hacerlo, por tanto, casi imposible si tenemos en cuenta la perfección de la naturaleza.

“Bueno” – María rendida, desinteresada y preocupada del volante. Había perdido la atención que tuvo por unos segundos, no le gustaba rogar, y mucho menos rogar por algo que en el fondo, no le influía en lo absoluto. O al menos, así lo creía ella. Dieron vuelta a una calle y estacionó en auto con fuerza, para tratar de demostrar que era ella la que tenía realmente el control de la situación. Alejandra abrió la puerta del auto y se sentó en la vereda a fumarse un cigarro.

“María, te quiero” – le dijo entrecortada, respiraba rápido el humo de su cigarro.

“Si, yo también” – le respondió mientras revisaba su billetera, en busca de algún papel o alguna chuchearía del estilo. Alejandra ya no sintió ese frío que tenía en la espalda, no necesitó acurrucarse en su cama a llorar, porque sabía, y de eso estaba segura, que al menos ella la quería.