Me contabas que te había sucedido denuevo, que habías entrado a esa fiesta sin ninguna expectativa y te la habías encontrado en su mejor vestido sonriendote. Y tú que no pecabas de majadería, no le dijiste nada, ni siquiera eras capaz de mirarla; porque caías siempre ante sus ojos, y ante eso no había nada que hacer. Te sentías culpable de eso, llevabas ese secreto enclaustrado dentro tuyo, y siempre pensaste que no decirle nada te hacía una mierda de persona. Probablemente lo eras.
Entonces, mientras pensabas eso, ella se te acercó y te susurró algo que tú nunca me dijiste. A mi siempre me ocultaste todas estas cosas, siendo que sabías que no te reprocharía algo así. Fue ahí cuando me dijiste que te habías enamorado de ella, pero que no querías decirle.
- Por la misma puta! - me dijiste. Yo te respondi que era una idiotez no confesárselo. Por un momento pensé que recapacitarías y le dirías la verdad, pero no, al final nunca lo hiciste.
Ahora te carcomía el hecho de mirarla, y saber que nunca sería tuya. Te apretaba la garganta, tenerla tan cerca y ni siquiera atreverte a rozarla.
Siempre fuiste idiota - en ese sentido - siempre fuiste cobarde. Por qué ella te quería de la misma forma que tú a ella. Y el estúpido silencio que existió en ese sentido, terminó enloqueciendote.
Y enloqueciste de tenerla tan cerca y no poder decirle nada. Nada. Ni una palabra sobre el tema. Te congelaba el miedo de sentirte fuera de lugar, en otra galaxia. Te daba miedo ir contra las reglas, siendo que siempre pregonaste que eras rebelde.
Años despúes te encontré tomando café en un viejo local en el centro. Ni me miraste, no querías que te preguntara por ella. Me dijiste que la amabas, y que a veces la mirabas a lo lejos, pero nunca ibas a saludarla. Te conté, ese día, que ella también te amo a tí. Pero tú no quisiste creerme, preferías vivir con la idea de que el amor imposible existía de por sí. No querías escuchar esas fracecillas esperanzadoras que decían que el amor imposible, lo es, debido a que alguien lo hizo asi. Terminaste tu taza de café, y me dejaste su foto en la mesa.
Yo te miré salir tranquilamente. Hace años que te amaba, pero nunca te diría nada.