martes, marzo 23, 2010

Burbujas, días extraños y más

Te desplazas con la mirada pegada en el vidrio del metro. La ciudad y el entorno decolorados con pinceles de cansancio. Las horas bajo el Sol, las rodillas adoloridas, la falta de cigarros, la falta de sueño. Todo se parece a los viejos recuerdos de juventud donde el Domingo era un infierno. El olor a domingo y inmovilidad eran perfectos para perder el sentido. Tengo suerte de dejar que los años pasarán por mi, y terminara esa incanzable aburrimiento adolescente.

Aun así, se puede perder el sentido o la calma interna de cada membrana, a tomar consciencia de los límites del espacio interno. En donde el alrededor funciona como una pelota gigante con nosotros insertos en ella. Podemos visualizar ciertas dinámicas de sociabilidad, lo que nos hace olvidarnos de las limitantes espacio-temporales que tenemos en nuestra existencia. A veces ese refugio en forma de burbuja, para mi querido Sloterdijk, se hace evidente. Se siente la carga de llevarse a uno mismo a todos lados, quizás esté relacionado con tomar distancia de uno mismo y analizarse como sujeto pseudo-independiente. Es imposible, lo sé, pero creo que podemos tomar un acercamiento extraño sobre eso.

¿A qué voy con todo esto?

Uno se siente morir muchas veces, y eso no implica que efectivamente se esté en un estado de zombie. Alguna vez escuché una frase notable, decía algo así: Y justo cuando pensé que el mundo se caia a pedazos, no pasó absolutamente nada. Perder el estado de normalidad, e interceptar baches cambiantes, o incluso, notar que en procesos extraños e indiscriptibles no hay nadie más que pueda reconfortarte un poco. Es justo ahí cuando pienso en que la mentalidad de ostra, no siempre es tan mala. Una cobardía quizás, o una impavidez asfixiante.

Ay, la burbujita que nos rodea, y revienta para la liberación gaseosa. Evaporación fluctuante bajo la influencia del Sol en nuestros cuerpo. Perder forma y ser invisible. Romper la burbuja. Salir flotando.