lunes, junio 15, 2009

Sin titulo

Intento de novela que data de principios del 2007, me preguntó cúal era la idea general del texto, pero este pequeño fragmento me pareció simpático.



Se despertó tratando de seguir soñando. Se durmió tratando de continuar despierta. Se levantó sin mirar la hora, en realidad el tiempo no era algo que le preocupara demasiado, es más, ella había aprendido a ser su amiga hace muchos años atrás, ya no necesitaba concederle favores ni pedirle a él algunas ayuditas. Sabía controlarlo mejor que nadie, pero a él , solamente a él. Se ducho rápidamente y se vistió de igual manera, miró por la ventana por unos minutos y percibió que el día estaba caluroso. Odiaba el calor, no la dejaba pensar, ni fumar, ni correr. La agobiaba tener tanta temperatura a su alrededor, era algo que la asfixiaba terriblemente. Estaba hecha para morirse de frío y tomar café. Quizás demasiado famélica para soportar un verano superficial y estúpido como ese. Vesta, así se llamaba, se reía cada vez más de su nombre, de ese afán neo-humanista de sus padres, por rescatar a los dioses griegos y recordarle siempre que ella era la diosa de las vírgenes. Vesta se reía ante tal delirio, quizás eso la había llevado a ser quien era, una mujer desvirginada por el anhelo de enamorarse de alguien que la volviera loca. No le gustaban los sentimientos a medias, de hecho le enfermaba la mediocridad que algunas personas por sentir, ella quería llevarlo todo a su límite, pero siempre sin pasarlo. Quedarse en la línea que separaba su pasión de su propia locura, eso la extasiaba mentalmente, y adoraba todo aquello que le produjera ese éxtasis interno.

Salió de su casa sola, vivía sola y compraba un sinfín de cosas inútiles completamente sola, pero no era algo que la abrumara realmente. Le gustaba eso de salir consigo misma, de regalarse momentos únicos y de compartir una conversación intensa con su propio yo. Probablemente había más de uno dentro de su cabeza, pero eso no era algo que ella aceptara tan fácilmente, de hecho lo negaba, no le gustaba hacer mención a detalles que la hacían ver como una persona sufriente de esquizofrenia o de alguna demencia extraña. La gente no aceptaba a la gente loca, y ella si quería a la gente.

Entró a la tienda a comprar un pollo frito, odiaba comerlo, pero era inevitable. No estaba segura de por qué tenía una necesidad imperiosa por hacer lo que la gente normal hacía. Todos comían pollo, es esa carne que tiene sabor a todo y a nada a la vez. Por eso la odiaba, porque no le daba nada fijo, si no que siempre había que estar interpretando su propio sabor, y nunca conseguía respuesta ante eso. Daba lo mismo la repulsión que le causaba el misterio del pollo, igual necesitaba comprarlo todos los lunes en la mañana, para asarlo antes de almuerzo y comerlo. Sola o acompañada, eso tampoco importaba, siempre era el mismo pollo con sus mismas preguntas sin resolver. Si la dueña de la tienda le hubiese preguntado sobre qué estaba pensando (ya que su cara de distraída era tan notoria, que fue casi un insulto no haberlo preguntado), Vesta le hubiese dado la charla acerca de su divagaciones sobre el pollo, sabiendo que en el fondo, la dueña la miraría con esa cara de desaprobación, y Vesta no podría volver a pisar su local. Odiaba verse atrapada en su propio ridículo, simplemente quería comprar un pollo para el almuerzo.