
Tengo que dejar de fumar! Apague el cigarro! Me fui a dormir. Y sí, llevo un par de días sin fumar.
Una boina se aburrió de sus viejos zapatos, y decidió ir descalza
¿Por qué vuelves a alzarte?
Entre penumbras del recuerdo
Vas citando tu aliento
Calido y febril,
A donde no puedo seguirte
Porque no hay espacio, no hay un lugar.
El perfume de tu rostro,
Se vuelve el olor del calvario,
Todo se trastorna en un paraje desolador
En donde me encuentro sola,
Esperando tú presencia.
Y no eres tú, pequeña,
No eres tú la que me tortura,
Clavándome en la misma herida,
Que aun no decide morir.
Es simplemente, la blanca espuma,
El mar tenebroso, y ese Sol menguante;
Los que van atando mi alma a un muelle olvidado.
¿Te conté que no me atrevía?
Veo como nos hundimos,
Siendo náufragos nuevamente
De mi propio error,
De aquel que magulló mi débil cuerpo,
Y lo abandono al borde del callejón sin regreso.
Trataste de encontrarme, pero no llegaste hasta nada más,
Que un pedazo de carne envuelto en espuma.
Sentía como te ibas colando por mis dedos,
Y como tu mirada fría y mentirosa,
Me iba recordando diariamente
Que las obsesiones son para los tontos,
Para aquellos que cometieron el pecado
De querer más de lo que se les pide.
Te dejé una rosa tendida en el velador,
Y me regresaste un puñado de cartas sin abrir,
Al igual que las miles de fotos
Que fueron inmoladas con el ardor de tu ira.
Y no te preocupaste de dejarme con vida.
Y no eres tú, pequeña
La que me devoró con sus fauces atronadoras,
Fue el tiempo,
Aquel asesino en serie,
Aquella sombra trémula
Que invade a cualquier apasionado.
Vi llorar al cielo,
Y vi una lágrima caer por tu mejilla;
Me preocupe de secártela con mi mano,
Y de sacarte una sonrisa tímida y silenciosa.
¿Te conté que no me atrevía?
Te recuerdo en la playa,
Esperando que las aves apresadas,
Y los cielos sin estrellas
Dejaran de hacerte llorar.
Envuelta en una manta color verde,
Acurrucada junto a una roca salada,
Derramando pensamientos
Que yo no logré coger.
Y no eres tú, pequeña.
La que borró la poesía de mi rostro,
Ni la que robó el ultimó te quiero.
No congelaste al desierto,
Ni curaste el ojo ciego.
Cierra los ojos nuevamente,
Y olvida.
Olvida que los cielos
Dejaron huellas en tus ojos,
Y que la arena tormentosa
Se coló por tu mirada.
Olvida, pequeña, olvida.