martes, octubre 31, 2006

Cigarrillo



Me senté en mi ventana, mientras la abría con cierta lentitud; tomé el encendedor del bolsillo y me dispuso a prender un cigarro. Lo tomé entre mis dedos, y aspire suavemente el tabaco. ¡Que asquerosidad! - pensaba - mientras iba analizando el pegamento, el papel y ciertos quimicos extraños que hacía entrar en mi cuerpo voluntariamente. Acto seguido, la sequedad en la boca, el olor pegado en la ropa y en las manos. El humo entrando por el cuerpo e impregnando la pieza; la maldita tos pegada, la flema verde y esparcida. El pulmón demacrado y vomitando pus; los dientes semi caidos, semi enegrecidos. La cara demacrada, la falta de aire, la plata gastada, el cansancio al caminar.
Tengo que dejar de fumar! Apague el cigarro! Me fui a dormir. Y sí, llevo un par de días sin fumar.

lunes, octubre 30, 2006

Maté a un Mosquito

Encontré un mosquito muerto en mi dedo índice; lo había matado por accidente dentro de una micro. Un tanto despistada arrollé su cuerpo contra el mio y le quite la vida - o quizás estaba así desde antes - sus alas estaban destrozadas y ensuciaban mi mano, que junto al cuerpo verde esparcido, hacían de mi un cementerio ambulante. Comenzé a jugar con el insecto, lo cambiaba de mano, lo destrozaba de a poquitito e inclusó llegué a mirarlo con cierta lástima.
Sentada es la micro me convertí en una asesina, y aquel mosquito se encontró con su inmolación en el dedo de una despeinada joven. Paradojicamente falleció junto al denario que siempre llevo (Dios sabrá porqué), como si todo esto fuese un punto de intersección entre la vida y la muerte. A fin de cuentas, da lo mismo, no me interesa ni a mí ni al mosquito, el posible paradero de su alma inexistente. Entré estos pensamientos rídiculos, la micro comenzó a llenarse de gente, que iba chocando con mi hombro sin cuidado alguno. Un viaje en micro que comenzaba a implicar gente achoclonada, olores nauseabundos y, por supuesto, bastante incomodidad - sobre todo para mí, que iba de pie-. Sin embargo este recorrido en la 652 era único, porque yo había aniquilado sin remordimiento a un mosquito, o quizás, el insecto simpaticón me habría asesinado a mí

domingo, octubre 29, 2006

París


París tiene un aura especial, una vida propia única y envidiable; la ciudad que tiene su historia en las venas, que te expresa al oído todo lo que ha pasado por sus tierras. Cada edificio monumentalmente asentado, con una mezcla de elegancia y soberbia; se van mostrando desnudos ante el ojo del espectador, que no puede aguantarse el deseo de congelar ese único momento, y guardarlo por siempre. El Sena va fluyendo tranquilamente, mientras te sientas a sus orillas a prender un cigarillo, y nuevamente, sientes que todo esto es irreal. Las callecitas cubiertas de cafés atractivos y de tiendas con baratijas, las cuales son necesarias de comprar. Y pasas horas en ellas, como si todo lo que allí te ofrece fuera realmente valioso. Pero París guarda sus secretos, guarda sus lugares sagrados que te transportan hacía otro mundo, hacía un universo paralelo. Cruzando uno de los maravillosos puentes, nos dirigimos a Louvre, donde se esconden las obras más maravillosas de la historia. Y el sólo hecho de pasear eternamente, para tratar de asimilar un cuarto de la belleza que allí habita, es un acto extraordinario. Cada rincón, cada pasillo, cada sala; todos esos lugares cubiertos de hermosura, de historia. Y podría continuar hablando de Montmartre, con sus pintores aficionados creando maravillas, y ese ambiente tan bohemio que lo empapa. Allí el aire tiene otro olor, los cafés tienen otros sentidos, y las pequeñas librerias oscuras parecen el cielo. Estoy enamorada de París, no puedo mentirlo.

Absenta

Sería útil remontarse al París de fines del siglo XIX, a esos callejones oscuros del Barrio Latino; donde tipos como Sartre, Cortázar, Lautrec, Van Gogh han deambulado sin preocupción alguna. Pero no quiero hablar de todos estos genios entre intelectuales y artistas, al contrario, quiero hablar de algo externo a ellos, pero que a su vez, los mantenía unidos: la Abstenta.
Un trago verde y amargo; que se mezcla con agua y azúcar. Hoy, prohibido en muchos paises europeor. ¿Cúal es la particularidad de este trago? Primero que nada, contiene 80 grados de alcohol, y con un par de golpeados, comienzas a alucinar. Muchos dicen que suele ser desagradable, es como escuchar una canción que contiene unos minutos apestosos, en los que quieres morir; pero a veces, estás tan metido en ella, que es imposible salir. Esa es la Abstenta. Droga para muchos, fuente de inspiración para otros. Dícen que fue ella quien le dio el valor a Van Gogh para cortarse la oreja. No lo sé. Habrá que probarla

jueves, octubre 19, 2006

¿Te conté que no me atrevía?

¿Por qué vuelves a alzarte?

Entre penumbras del recuerdo

Vas citando tu aliento

Calido y febril,

A donde no puedo seguirte

Porque no hay espacio, no hay un lugar.


El perfume de tu rostro,

Se vuelve el olor del calvario,

Todo se trastorna en un paraje desolador

En donde me encuentro sola,

Esperando tú presencia.


Y no eres tú, pequeña,

No eres tú la que me tortura,

Clavándome en la misma herida,

Que aun no decide morir.

Es simplemente, la blanca espuma,

El mar tenebroso, y ese Sol menguante;

Los que van atando mi alma a un muelle olvidado.


¿Te conté que no me atrevía?


Veo como nos hundimos,

Siendo náufragos nuevamente

De mi propio error,

De aquel que magulló mi débil cuerpo,

Y lo abandono al borde del callejón sin regreso.

Trataste de encontrarme, pero no llegaste hasta nada más,

Que un pedazo de carne envuelto en espuma.


Sentía como te ibas colando por mis dedos,

Y como tu mirada fría y mentirosa,

Me iba recordando diariamente

Que las obsesiones son para los tontos,

Para aquellos que cometieron el pecado

De querer más de lo que se les pide.


Te dejé una rosa tendida en el velador,

Y me regresaste un puñado de cartas sin abrir,

Al igual que las miles de fotos

Que fueron inmoladas con el ardor de tu ira.

Y no te preocupaste de dejarme con vida.

Y no eres tú, pequeña


La que me devoró con sus fauces atronadoras,

Fue el tiempo,

Aquel asesino en serie,

Aquella sombra trémula

Que invade a cualquier apasionado.


Vi llorar al cielo,

Y vi una lágrima caer por tu mejilla;

Me preocupe de secártela con mi mano,

Y de sacarte una sonrisa tímida y silenciosa.


¿Te conté que no me atrevía?


Te recuerdo en la playa,

Esperando que las aves apresadas,

Y los cielos sin estrellas

Dejaran de hacerte llorar.

Envuelta en una manta color verde,

Acurrucada junto a una roca salada,

Derramando pensamientos

Que yo no logré coger.


Y no eres tú, pequeña.

La que borró la poesía de mi rostro,

Ni la que robó el ultimó te quiero.

No congelaste al desierto,

Ni curaste el ojo ciego.

Cierra los ojos nuevamente,

Y olvida.


Olvida que los cielos

Dejaron huellas en tus ojos,

Y que la arena tormentosa

Se coló por tu mirada.


Olvida, pequeña, olvida.