viernes, julio 25, 2008

Rostros



Una vez más frente al espejo
omitiendo tranquilidad y equilibrio
escapando de la memoria
corriendo lejos de todo fantasma.

Mi miedo siempre huele a tristeza
se camufla en los cubos de hielos añejos
el tiempo desaparece por un momento
mas quién se libra de los recuerdos?

Otra vez el alma pendiendo de un hilo
camuflada con las absurdas risas sin sentido
y sin esperar nada de la luna
caigo tendida en un suspiro

La puerta al abismo es tan sugerente como para obviarla
te tienta en todas sus redes amplias de desenfreno
quizás querías soñar a ser poeta
quizás olvidabas ser una certeza

No juegues más a gritar tus pecados
prefiero que saltes la cuerda
incluso vestida de muñeca,
pero no me recuerdes nuevamente
que olvidaste como llegar a casa.

jueves, julio 24, 2008

As


El jugador miraba de reojo el trío de cartas que le quedaban, ninguna le satisfacía. Su sonrisa amarga se le reflejó a hurtadillas, como un último reflejo de su eterna letanía. La gente lo admiraba, envidiaba esa frialdad e impostura que tenía frente a las cosas; esa forma audaz de ser el mejor en lo que hacía sin esforzarse lo más mínimo. La virtud de los genios, decían algunos. La suerte de los idiotas, replicaban otros. Sea cual sea la razón de su carácter, él era el mejor jugador de poker que se había visto en esa ciudad. Y él actuaba como le correspondía, con la altanería correspondiente de los que se conocen lo suficiente como para llegar a adularse a sí mismos; aunque entre nosotros, sabíamos que esta patraña era digna de quien se reflejaba en un espejo con los ojos vendados. Sus cartas eran un desastre. Las tiró sobre la mesa con el mismo desdén de su persona, y ajustándose la chaqueta se retiró del juego sin emanar ninguna expresión en su rostro. Sabía que había perdido su as de la manga, en su torpeza absoluta, había caido en las trampas de una mujer. Todos sabemos que es dificil que un hombre escape completamente de ellas. Ella lo miraba del otro lado de la mesa, con un trío de cartas excelente y un as bajo la manga. El mismo As que él le habia obsequiado su última noche juntos. Ante la humillación de verla a ella con la misma frialdad de la que él ostentaba, le tiró las cartas a la cara y emitió una sonrisa falsa. Nunca antes había perdido en el juego, ni tampoco había sido pisoteado de forma tan perfecta por alguien. La gracia de todas las sutilezas, cortan al igual que el papel, lenta y profundamente. Antes de irse del casino, el cual nunca jamás volvería a pisar, se acercó a ella por detrás y poniendo sus labios en su oído le susurró: te odio y te amo con la misma intensidad. Y ella entre sonrisas le respondió que el amor y odio siempre van de la mano, aquello no era una novedad ni tampoco una frase notable para decirse adiós. Él cayó nuevamente en la sensación de haber sido derrotado, de haber sido traspado por el corte del papel en su piel, sufriendo la herida que dolía, y que volvía a arder cada momento que posaba sus ojos sobre ella. Se fue. Sin decir nada. Sin sonreir, sin llorar. Simplemente dejó el juego, para transformarse en uno de los mejores bebedores de la ciudad. Por desgracia, ya nadie le admiraba por eso.

lunes, julio 21, 2008

Mis tormentos


Son todos demonios
oscureciendo los rastros de luz,
ululando sus palabras afiladas,
creando el martirio.

Ahora que incapaz de dormir
deseas cerrar los ojos para siempre,
las voces envolventes
te impiden olvidar

Son demonios
aquellos que no te dejan reír
quienes opacaron tu vista
y torturan tu alma...

¿Crees acaso que me vas a curar?

No, no, no
la ingenuidad acá es un pecado

Nunca se van, nunca se van
sólo guardan silencio,
sólo callan sus rencores
sólo omiten sus tormentos

Vuelven
siempre vuelven...
y te arrastran otra vez,
al murmullo eterno
de lo que llaman mal absoluto

Y mientras corroen
el corazón palpitando
debes huir,
y olvidarte de la memoria...

Los demonios no te permiten
respirar

jueves, julio 10, 2008

La cajera




En la primera hora Amalia ostentaba de su sonrisa y labia para mantener a los clientes felices. Miraba como sonreían mientras ella les subía los precios a todos los productos que compraban, con el único fin de costearse cigarros para calmar su ansiedad por escapar de ese lugar. Era demasiado rubia como para que alguien dudara de ella, y alguien que sonríe nunca es sospechoso. A la segunda hora ya dejaba de importarle quien venía a comprar, se sentaba en su silla azul y abría el “Artes y Letras del Mercurio”. Era inconcebible, ninguno de los que entraba a ese minimarket sabía que ese cuerpo del Mercurio existía, más bien pensaban que era una añadidura por si el confort subía de precio. Muchos de aquellos compradores tosían para ser atendidos, mientras que Amalia concentrada en su lectura, subía un poco la mirada, y con esa misma sonrisa cínica que no se le iba, les decía el precio del pan, con doscientos pesos de añadidura mínimo. Era justo, el precio por irrumpir en su afán de conocimiento no podría ser nulo; era un cobro por quitarle el tiempo. Ya saben, el tiempo es oro. A la tercera hora debía almorzar, jactándose del cobro extra, llamaba por teléfono para pedir cualquier cosa que se le antojara; mientras una fila de compradores esperaba silenciosamente que ella terminara de hablar. Era extraño el suceso, pues nadie alegaba (cosa extraña), supongo que era debido a esa mirada terrible que les ponía a los clientes, quizás les atemorizaba la idea de discutir con alguien que tuviera el Mercurio en una mano y algún libro en la otra. Les parecía insólito en una cajera de minimarket, esas personas no tienen ese tipo de actitudes. El que más le temía era un puertorriqueño, quien siendo comprador frecuente veía como cada domingo se le negaba la posibilidad de llevar fiado, puesto que la xenofóbica vendedora le negaba cualquier favor que le solicitase. Aunque analizándolo bien, los favores comunes a los clientes se veían omitidos los domingos, sobre todo para extranjeros, morenos o personas que tuvieran un defecto físico molesto. Nunca supe bien si ellos estaban conscientes de que eran discriminados psicológica y físicamente, pero no importaba, la gente que compraba no era interesante; de hecho, no tenían como comprobar que podían serlo. Luego de almorzar, Amalia se ofuscaba ante la imposibilidad de encontrar algún programa bueno que ver en la televisión; lo único aparentemente útil que había era “La cultura entretenida”, pero Amalia dudaba totalmente si los productores entendían el concepto tanto de cultura, como de entretenida. Por lo que ponía la televisión de fondo, para no tener que mirar a la gente que entraba en busca de cualquier tontera para calmar su hambre. La cuarta hora era el comienzo del martirio, ya se habían terminado los diarios, y el libro que llevaba probablemente la había hartado, o en la mayoría de los casos, su capacidad de concentración había disminuido considerablemente. Así pasaban tanto la cuarta, como la quinta, la sexta y la séptima hora. No pasaba nada, sólo había tiempo para fumar, ver algo de televisión y comer tonterías. Los clientes disminuían para el agrado de Amalia, y el minimarket se oscurecía lentamente, a le medida de que el Sol dejaba de entrar por la maldita puerta, que permitía la entrada de cualquiera. ¡Cuánto le molestaba la democracia en ese momento! A veces, y cuando era pertinente, llevaba sus miles de textos de estudio, para hundirse en una lectura sistemática; lo que la hostilizaba aún más con los clientes del lugar, puesto que al compararlos con cualquier personaje histórico, el género y especie humana que la apelaba era infinitamente inferior, y por tanto, indigna de cruzar muchas palabras con ella. Las últimas tres horas, eran de una letanía insoportable, y lo único que la alegraba era ver como el tiempo iba a su favor, y así, le faltaba poco para salir de ese horrible lugar. La última hora era estupenda, llegaba el supervisor, con quien Amalia se llevaba bien. Ella le sonreía y le decía que era hora de cerrar. Contaba el dinero del día, guardaba sus cosas en la mochila, apagaba las luces y cerraba el local. Amalia miraba por ultima vez ese minimarket, había cerrado todo cautelosamente. Le dio la espaldas para caminar hacia su casa, y antes de llegar a la esquina donde cruzaría; vio las llamas dando un espectáculo monumental, el ruido de la explosión vino un par de segundos después. Y mientras toda la gente que estaba cerca en ese momento, corría para ver que sucedía, la chica prendía un cigarro, los miraba de reojo y sonreía de lado. Esa era la mejor hora del día.

lunes, julio 07, 2008

ParaSiempre


Jugar a la eternidad
se asemeja siempre a oscurecer,
hablar de un para siempre
es lo mismo que un ¡adiós!

Que no se te olvide
tengos tus letras
encerradas en promesas,
incapaces de cumplirse.

Puede ser tu último día
antes de izar la blanca bandera
y sacarte el sombrero.
El último día en que vuelva
a sonreir ante ti

¿Dónde escondiste
lo que me robaste?
Devuélvemelo, sabes que es díficil vivir sin alma

Ay, por Dios, munca pensé
que me haría falta
no, de nuevo, no.

¿Por qué te permiti?
Sabiendo el peligro inminente,
maldito truco irresistible,
la razón nunca impera en absoluto.
Y ahora destroza...

Juego yo a destruir la imagen
o cada recuerdo que huela a ti,
el fuego inquisidor
limpiara el cuerpo delictual.

Y bajo el río,
sabre que lo logré,
vivir es tan falso como creer en lo eterno

A menos que.....
dejes de vivir
en la búsqueda inalcanzable
por cumplir la promesa eterna.

miércoles, julio 02, 2008

El poeta y Clio


¿Qué tienes contra mí
pluma, infesta
traidora de la mano
que empuña tu hálito?

¿Cúando fue que te olvidaste....?

No me vengas con tus reflexiones
que para teorías ya tengo suficiente...
¿se te evaporó la sangre?
¿o es que nunca tuviste?

Dime, por favor, malévolo lapz mental

si es que tú nunca creiste en las musas,
por qué diablos has muerto entre mis manos

sin siquiera sucitar agonía
o descolocando tus fragmentos de memoria

Mira que emudeces todo
sólo por flojera absurda

y ahora vienes a callar nuevamente!

quedandote sin palabas
y sin nada que decir....

¿Qué dejó de motivarte?
¿qué te mató?