jueves, febrero 05, 2009

Nguillatun: conexión entre lo mundano y lo divino

Todo rito estudiado en cualquier cultura existente contiene dentro de sí un simbolismo que traspasa el hecho físico de la acción humana, complementándola esencialmente con una trascendencia y origen de lo hipersensible, de la existencia sublime dentro de la mentalidad del hombre. Si bien es cierto que a simple vista el rito puede ser estudiado como un fenómeno con características mundanas (en el sentido de que se actúa con elementos propios de la idiosincrasia del pueblo que lo realiza), sería una superficialidad ridícula quitarle su propiedad vital: el significado profundo del hecho. Hay que tomar en cuenta que el azar es un producto ficticio, que no existe realmente cuando hablamos de los elementos, objetos y/o metáforas que se han utilizado para explicar o narrar las historias culturales de los pueblos; y por tanto, cada ínfimo detalle que se encuentra en ellos tiene una razón de ser, la que va mucho más allá de lo que se puede percibir con los sentidos. Es una producción intelectual-simbólica, que trae al mundo las producciones suprasensibles de nuestra percepción y entendimiento estético. Para ejemplificar esta dimensión, habremos de analizar algunos elementos en un rito mapuche, narrado en el libro de Pascual Coña: el Nguillatun.
El Nguillatin es la acción de pedir, y el pueblo mapuche lo celebraba para aclamar a sus dioses y pedirles cosechas mejores, tranquilidad, buen futuro, entre otras cosas. Una primera parte de esta celebración religiosa es el primer impulso con que se da pie al inicio, y esto comienza con las señales o visiones. “Se cuenta de un hombres que cuenta sucesos maravillosos, por ejemplo, saliendo del volcán ha bajado un toro negro que habla y dice que va a hacer desbordar el mar” . La imagen del toro negro, es el reflejo del vigor, de una fuerza incontrolable que es capaz de contener el poder del cambio brutal; en otras palabras, el toro negro es Kai-Kai, quien desbordará el agua y generará el caos. El toro simboliza a la serpiente maligna que antaño atentó contra el mundo, para encontrar la destrucción total de éste; por tanto, el hecho de que se rumoree la presencia de este toro de agua significa una alerta para los mapuches, y un llamado para realizar las peticiones de bonanza futura. El Nguillatun entonces, es la petición por un futuro próspero ante la necesidad de que Treng-Treng refrene la destrucción, y se asiente la tranquilidad en la tierra araucana. Se fijan cuatro días desde el primer llamado hasta el día en que la fiesta se realiza, y este número no es azaroso, sino que el cuatro representa el número perfecto para los mapuches, el eterno equilibrio de tranquilidad absoluta. El número cuatro siempre estará presente, como el simbolismo de la perfección matemática y total. Luego de este comienzo, Pascual Coña relatará las formas en que la celebración se llevará a cabo.
El papel de la chicha y la comida en abundancia es parte importante en la visión mapuche de la fiesta, puesto que para ellos se celebraba en una abundancia total; donde se come y se bebe de forma continua hasta quedar literalmente intoxicados de tanta ostentación. Es el símbolo absoluto de lo que una fiesta de petición implica, una fiesta generosa, donde todo es compartir con la comunidad, y el todo se comparte en el “todo”; entendiendo este último como la totalidad de la cosmovisión mapuche, donde son los dioses quienes también celebraran con ellos, por la intersección de la paz y el bienestar del pueblo. Es decir, el mundo como concepto abarcado, traspasa los límites físicos del pueblo mapuche en sí, y mediante esta abundancia se contactan con el trasfondo espiritual y dionisiaco de la fiesta; conectan a la comunidad en torno a lo religioso. Complementando estos elementos, el acontecer de la comunidad implicaba también a la música y la danza, como organizadores del ritmo cósmico de las fiestas, y como consecuencia de esta unión metafísica, la integración de la comunidad en esta melodía grupal; son de vital importancia estos dos elementos en un estricto sentido de la festividad como representación del estado eufórico y religioso del pueblo mapuche. Ambos elementos no son puramente estéticos ni decorativos, sino que en su esencia implican un trasfondo de compenetración social en búsqueda del bienestar y la paz general (al igual que la comida y la bebida).
Si nos detenemos en el concepto de la paz futura, era el Nguillatún celebrado en torno al canelo – árbol sagrado para los mapuches – que contiene en su simbolismo la concentración conceptual de la paz, el bien y la justicia. El canelo es toda la bondad y calma, y el Nguillatun está rodeándolo para implicar el rito como un método de encontrar ese “centro”, para concentrarse en el árbol mismo, en la paz, en la justicia y en el bien. Entonces, es el concepto buscado quien se vuelve parte de lo mundano, traspasando su significado en el símbolo del árbol en cuestión, y dando el canal de conexión entre lo terrenal y lo espiritual. Junto al canelo, se encontraba el Rehue, que era conocido por los mapuches como el instrumento de las machis, el que era el puente directo entre la tierra y el cielo.

Hay entonces en la fiesta en sí, una visceralidad conceptual entre lo terrestre y lo divino, lo cual va mucho más allá del mito inicial del Nguillatún (Kai-Kai y Treng-treng). Es decir, que la importancia crucial en esta festividad es la petición a los dioses como forma de comunicación con el mundo hipersensible, donde habitan los dioses y antepasados. La fiesta contendrá los elementos mundanos que funcionalmente apelaran a concepciones trascendentes de conexiones inter-subjetivas con lo divino. Hemos visto en los ejemplos anteriores cómo acciones tan básicas: comer, tomar o bailar; adquieren un carácter sacro en el momento que se hacen con un fin específico y no “porque sí”. Las acciones u objetos utilizados en el mundo mapuche no existen de forma casual, absolutamente todo contiene un significado místicamente elaborado. Existe la idea del retorno a lo divino, a esa génesis creacionista del mundo; los artilugios y formas del Nguillatun aspiran a eso, a volver, a toda costa, a la protección permanente de Treng-Treng, y con ello, a una tranquilidad en el pueblo que sea de larga duración. A fin de cuentas, en las cosmovisiones de los pueblos originarios, no es la forma la que modifica el fondo para establecer parámetros de apariencia física, sino que siempre será el fondo el que le dé un carácter distinto a la forma, trasformando lo que percibimos a simple vista en una dimensión mística y trascendente que romperá con los limitantes formales, y creará un microcosmos conceptual. Los ejemplos elementales dados por Pascual Coña pueden parecer de un cotidiano aburrido, pero es el sentido que tiene, el que puede darnos luces de la mentalidad mapuche, y el significado esencial de sus ritos.

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