Obertura
Me he desmayado tres veces en mi vida.
La primera fue a los 15 años, cuando descubrí que la consagración de la ostia no significaba nada para mí. Miré el momento en que aparentemente un pan sin levadura se trasformaba en un hombre muerto hace 2.000 años (por favor ver documental de Bill Mahle), y noté que era una de las pocas que miraba esto como un acto absurdo. Dios en su esplendor cristiano había dejado de conmoverme, no existía, no era nada. En ese minuto, me dí cuenta que toda la aparente seguridad que un Dios imaginario te puede otorgar era una burda mentira. Me desvanecí, exactamente cuando el Padre levantaba la ostia.
La segunda y la tercera vez, fue cuando mi cuerpo entendió lo que significaba perder a alguien. En el minuto en que el abismo se había abierto frente a mis ojos, y la expectativa de una vida sin tí se me abalanzaba en la mente, caí. En el momento en que vi la ausencia de nuestra foto en el refrigerador, volví a caer. El desgarro de perder lo que me da todo, me hacía débil. Mi cuerpo ya me había dejado de obedecer. Caía, en un oscuro, mi vista dejaba de ver....las lágrimas se juntaban dentro mio, y no salía hasta que volvía a abrir los ojos, y toparme con que esta no era una pesadilla terrible, sino que eran las consecuencias de mi acto. Mi cuerpo enojado, furioso, ante tal traición, me dejaba de respoder. Y caía al suelo, débil, insignificante y estúpida. La traición ante el otro y ante uno mismo, la pérdida de lo más fiel de tu cuerpo ,te hace perder el control sobre el mismo.
sábado, febrero 28, 2009
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3 boinas han plasmado su saliva:
Yo te sujeto.
Pude sujetarte antes del desmayo,
pero no quisiste.
Jamás siquiera me saludaste.
Las personas valientes no desmayan.
Por eso preferiste caer.
Siempre ha sido tu decisión.
O la de otro.
Yo te sujeto.
Desmayo como otra cara del sufrimiento. La transitoreidad no trae sino desconcierto, duda, paranoia.
El apego como prístina causa del sufrimiento. El miedo a lo nuevo, a cambiar, a perder la seguridad del yo.
Deseo y apego, nada más que el ser sufriente, la mujer que mira bajo, el hombre que insulta...
Y de ahí el desmayo. Lo rehuimos y lo queremos.
El miedo a abrir los ojos.
La traición ante el otro y ante uno mismo, la pérdida de lo más fiel de tu cuerpo ,te hace perder el control sobre el mismo.
QUÉ GENIAL
tu prosa fluye . . . y no quiero terminar de leerla . . .
yo no recuerdo haberme desmayado
aunque pienso más en un Dios Escritor
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