martes, noviembre 07, 2006

Jazz, si, jazz


Había caminado inagotablemente por un frio callejón, me había mojado los zapatos con las pozas de agua, y tambien había tratado de cobijar mi cabeza bajo el diario de ayer. Era de noche, y hacía mucho frio, yo tiritiraba de pies a cabeza, acelerando el paso para tratar de llegar a algún lugar agradable. El callejón terminaba en una puerta roja que brillaba, su metal estaba pálido, pero de adentro se escuchaba un alboroto silencioso; por un momento sentí que allí se encontraban las vibraciones que se ondulaban al paso de los compases. Toqué la puerta imitando una partitura de cuatro tiempos. Me abrió una melancólica mezcla de Charlie Parker con Carlos Gardel.

- No te esperamos todavía, no te queremos ahora; quizás ayer o en un tiempo

Da lo mismo, entré.

Las paredes perdían sus colores, se desteñian lentamente con un poderoso cloro que nunca existió. Habían meses cuadradas por todo el lugar, pero yo no tenía silla. En el escenario tocaba una banda de jazz veneciano; y mientras interpretaban 'el cholulo', me tomé un vaso de aguardiente. El ruido comenzó a chirriar, me llegaban ondas acechantes en la cabeza junto con aplausos mediocres de un sinfin de historias banales. Otro vaso de aguardiente. Se me acercó un hada para ofrecerme un verde brebaje, y claro, lo acepté. Fue en ese entonces cuando el jazz ya no tenía sentido para mí, lo único que podía sacarme de la inercia era ese cometa azul que bailaba por sobre mi cabeza. A mi no me gustan los cometas, les tengo miedo; pero ese era diferente. El me queria. Nunca me lo dijo, pero yo siempre lo supe. Me queria tanto como la mezcla de Gardel con Parker. Me quería tanto como esa mesa sin sillas, y me quería tanto como yo a él.


Un día me confesó que amaba a otra, y qeu yo ya no era importante para él. Creo que fue en el momento que me convertí en la partitura de ''All of me'' de Charlie Parker. A él nunca le gustó mi obsesión por ser una partitura, quizás por eso me dejó. Y el aguardiente tampoco le gustaba. A mi sí, por eso me metí a ese bar añejo. Por eso caminaba por los callejones fríos y solitarios; por eso le obedecí al hada. Y dejenme confesarles que por eso me enamoré de él.


- No te queremos ahora - repitieron
- Yo tampoco lo hago
- Entonces?
- Podríamos tocar Summertime

Y asi lo hicieron. El bar añejo cubierto de artistas con olor a tabaco, se llenó de admiradores del jazz. Y sucesivamente, fueron tocando viejas canciones, como si quisieran recordarme que el cometa seguía vivo. Yo nunca les creí, y en ese momento, abandoné el lugar por el mismo callejón por donde llegué. Algunos siguen murmurando. Yo simplemente los ignoro, y aun sigo siendo la vieja partitura.


1 boinas han plasmado su saliva:

Isidora Cousiño V. dijo...

¿Te acompaño al bar? Seguramente es en un lugar bohemio, intelectual y bonito.